4 días en el Camino de Santiago


San Cristóbal del Monte - Acuarela - 21 agosto 2010 - 13 x 34,5 cm.

Para mí volver al Camino de Santiago es vivir el paisaje. Agosto, por cuestiones climatológicas, es una de las peores épocas del año para ir, principalmente por dos motivos, las altas temperaturas que hacen agotador el caminar y que en estas fechas concurren demasiados peregrinos aprovechando las vacaciones estivales para realizarlo. Lo primero lo soluciono haciendo muy pocos kilómetros al día, y lo segundo, descansando en albergues de pequeños pueblos descartados por los que siguen al pie de la letra los finales de etapa que marcan las guías, estos albergues suelen estar llenos y es normal tener que pasar la noche sobre los duros suelos de polideportivos.
Son las nueve de la mañana del 20 de agosto, me he acercado hasta Redecilla del Camino desde donde comenzaré a caminar hasta llegar a Atapuerca, las primeras etapas de la provincia de Burgos en el Camino Francés.
Los dorados campos de cereales ya han sido cosechados y el dibujo parcelado del paisaje se ve más complejo con las marcas que las máquinas van dejando en los rastrojos. En estas fechas los rastrojos de cereales comparten paisaje con los blancos calicosos o los rojos de las tierras en barbecho, los ribazos de arbustos pardos y tenues verdes, algún almendro, dispersas carrascas que dinamizan el dibujo de estos paisajes silenciosos de agosto.



Hacía un calor horroroso y la sombra de un robusto nogal trajo el frescor a mi mente, más aún, diría. A propósito subí los tonos de color y disfruté pintando con agua sobre los dorados todavía húmedos, creando la sensación del movimiento de los rastrojos. Pasé un buen rato.
La primera noche descansé en Viloria de Rioja, en el Refugio de Peregrinos Acacio y Orietta. A Acacio le conocí como hospitalero allá por 2003 en el albergue de Ventosa (La Rioja), más tarde, en 2007 volví a encontrarme con él en el albergue de Calzadilla de la Cueza (Palencia) y estos días he vuelto a abrazarle, en su casa y en la de los que allí decidáis pernoctar. Os lo recomiendo.

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Lo que comentaba al principio, agosto agosta el paisaje y la estructura del terreno impide el crear grandes fincas teniendo que aterrazar las parcelas, todavía no hemos llegado a comarcas donde las fincas se pierden en el horizonte, aquí el terreno todavía es quebrado y aunque es duro recorrerlo con el sol del mediodía, los cambios constantes de horizonte hacen el camino llevadero.


Estoy pasando cuatro días en el Camino de Santiago, me acercaré hasta Atapuerca y lo mismo me da tardar uno que dos días. Al llegar a Belorado apenas había recorrido ocho kilómetros. Mi propósito era quedarme allí, me acerqué a la Plaza Mayor, pregunté por en cual de los bares de la plaza encontraría un buen pincho de tortilla, me lo indicaron, allí me dirigí y permanecí un buen rato desayunando mientras leía el periódico a la sombra de los frescos soportales para a continuación cargar con la mochila y tomarme las de Villadiego. Sabía que no me quedaría y cuando me di cuenta encaminaba mis pasos hacia Tosantos. Llegaban las horas del mediodía y el sol lo sentía como una carga más en mis espaldas y cuando ya se divisaban las primeras casas de Tosantos, a la sombra de unos chopos junto a un arroyo, senté mis posaderas y comencé a sacar los trastos para pintar. No había temas significativos y opté por, recordando los temas que pinté en mi estancia en Irlanda, pintar unos pabellones agropecuarios que tenía frente a mí y terminado el trabajo y relajado retomé el camino hacia el pueblo, hacia el albergue parroquial atendido por miembros de la Asociación de Hospitaleros Voluntarios y que tanto afán ponen en la atención a los peregrinos que llegan. Es la segunda vez que pernocto en él y también recomiendo.
Al día siguiente mi etapa fue también corta, apenas siete kilómetros y medio, cuando me quise dar cuenta aparecía ante mis ojos Villafranca Montes de Oca, paré, pinté y al entrar en el pueblo me detuve a comer algo antes de dirigirme al Hotel San Antón Abad que tiene parte de las dependencias del antiguo hospital de peregrinos que ocupa, como albergue, nuevo, limpio y junto a unas verdes praderas desde las que pinté la iglesia parroquial. A la tarde me dirigí a pintar la ermita de la Virgen de Oca, a apanas mil quinientos metros del pueblo, junto a una zona de recreo.
Nada de particular. Por esta localidad he pasado en tres ocasiones desde el año 2003. Se accede caminando sobre un peligrosísimo puente sin aceras de la N-120. Desde entonces ha habido un solo cambio, los peregrinos, en lugar de cruzar el puente bajan por un camino hasta el río y cruzando un liviano paso de madera, se accede al pueblo.
Tan peligrosa es la travesía de la N-120 por la localidad que un cartel la denuncia como zona de acumulación de accidentes. Tremendo. Hay momentos en toda la travesía en los que no hay ni un centímetro de arcén, ni un solo semáforo, ni ninguna banda reductora de velocidad. Vergonzoso. No comprendo como el Ministerio de Fomento o la Diputación de Burgos no han realizado todavía una sencilla circunvalación. Comprendo menos todavía como los habitantes del pueblo y sus representantes municipales no bloquean sistemáticamente la carretera hasta, no que les prometan una solución, si no hasta que no comiencen las obras definitivas que desvíen el tráfico y que la carretera pase a ser una calle más de esta bella localidad. Ahora es un horror. ¿Cuántos de los vehículos que pasan a demasiada velocidad por ella, paran en el pueblo? Muy pocos. Seguro que con la modificación no pararían más. Sus habitantes no tendrían que jugarse la vida para ir a la farmacia, a la asociación de jubilados, a la asociación cultural o al albergue de peregrinos, y sería normal el ir y venir de sus habitantes por su calle principal. De los que cuzan la localidad en vehículos no pararían más, pero sí que habría otros muchos que elegirían la población para disfrutarla y descansar. Haber si os atáis los machos.


Al día siguiente, de madrugada, comencé el ascenso de Montes de Oca entre robledales y pinares hasta llegar a San Juan de Ortega donde me detuve a tomar algo. Nada, pues el bar da servicio de cocina a pocas horas del día. El negocio es el negocio. Todo cerrado menos el bar a medio gas fue suficiente para parar lo justo y seguir adelante hasta Agés donde me detuve en la casa de los padres de mi amigo y artista Maikol, a los que visito siempre que por allí paso y continué hasta Atapuerca fin de mi viaje. Comí en el restaurante Comosapiens, lugar en el que cuando paso, dependiendo de la hora, o como o tomo una tapa en él. Recomendable.
Había terminado mi estancia en el camino, sellé la credencial en el albergue, nos dimes dos besos y me las arregle, para desde este pueblo sin servicios de autobuses, al margen de los que van hacia los yacimientos, salir hasta la N-120, y haciendo auto stop acercarme hasta Viloria de Rioja donde había dejado mi coche y volver a casa, a Milagro, donde me esperaban y donde al llegar ya estaban deseosos de que volviera a marcharme, menos mi nieto de once meses que todavía se alegra al verme.
Buen camino.

2 comentarios:

  1. Me he sentido de nuevo en el Camino, en plena naturaleza. Las imágenes y las palabras escritas me han llevado de peregrinación.
    Un abrazo, desde una tierra que se va preparando para el invierno.

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  2. Hola Antón:
    Nuevamente gracias por pintar nuestra, tu tierra de la Riojilla en los 4 días de Caminante jacobeo.
    En Redecilla del Camino seguimos distrutanto de tu acuarela
    http://redecilladelcamino.blogspot.com/2011/04/anton-hurtado-vuelve-pintar-nuestras.html
    Aquí he subido las pinturas que hiciste este agosto,¡que bien se ve en tu arte que las tierras estaban agostadas!.
    Ahora están verdes a reventar

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